CARTA ESCRITA A MIS GUÍAS DEL ÚLTIMO PROGRAMA DE PSICOLOGÍA CONDUCTUAL Y MINDFULNESS

Buenos días familia.

 

Es muy curiosa la emoción que me acompaña mientras escribo este mensaje. Más que nada porque durante toda la semana el pensar en la sesión de hoy, la última, me creaba un sentimiento de tristeza tremendo. Realmente ese oasis de los viernes por la mañana lleno de ideas realistas, sosegadas e innovadoras es como saber seguro que, por empinado que se ponga el camino, en lo alto hay una fuente en la que tomar un respiro y refrescar el cuerpo y la mente.

Ahora sin embargo, mientras escribo no hay miedo, tristeza o desasosiego. En este instante mientras escribo sólo hay calma, tranquilidad y, por encima de todo, GRATITUD.

En un mundo tan rápido, un mundo que nos obliga a cumplir con tantos requerimientos artificiales irreales tras los que corremos constantemente sin que podamos jamás alcanzarlos, es magnífico poder de pronto descubrir que aquello que no comprendes, que te ahoga, que te mantiene siempre frustrada, asustada y perdida… realmente existe, que no tienes ningún fallo en ti, que muchas otras personas ven esa niebla tóxica y que hay un modo de evitar entrar en ella o incluso, si entras sin percatarte, poder vivir en paz rodeada de esa extraña bruma.

Tratarme con amabilidad. No creía merecerlo. Probablemente lo más duro de haber vivido una vida acompañada desde temprana edad de la depresión, del trastorno bipolar… es, sin lugar a dudas, interiorizar que no vales. Interiorizar esos estigmas sociales que te convencen de que todo lo que tienes que hacer para salir del hoyo es hacerlo. Que no lo haces porque no quieres.

Durante años se acumulan en tu haber horas y horas de inactividad, de no sentir nada, de no pensar en nada, de dar por hecho que ese vacío se te ha comido porque tú le has dejado que te coma. La culpa. La vergüenza. La frustración. El enfado. La tristeza. La ira. Y otra vez tu culpa y la vergüenza de ti misma.

Entonces llega alguien y te dice que te trates con amabilidad. Te dice que te veas. Qué comiences a preocuparte de lo que tu piensas y sientes, cómo mínimo, tanto como lo haces por lo que piensan y sienten los demás.

En ese camino de descubrimiento no tienes que cambiar. Sólo tienes que cambiar desde dónde te miras. Y eso es liberador. Sobre todo porque es imposible cambiar quién he sido y qué he vivido. Porque el pasado no puede cambiarse. Incluso quienes caemos en la cuenta de eso, nos pasamos luego muchas horas, pero muchas, construyendo un futuro ideal de cómo tengo que ser, que se supone que tengo que hacer, qué representa que sentiré  cuando lo haga. Otra vez trabajando en otro lugar donde no puedo hacer absolutamente nada: el futuro.

Entonces esa voz de esa persona que te dice que te trates con amabilidad te recuerda que para ello primero tienes que verte, tienes que mirarte a los ojos. Y te das cuenta de que el único lugar donde estás, de verdad, dónde vives, sientes y piensas, es en el ahora. En el presente.

Es curioso, no sé las veces que he usado y compartido aquella frase que oí en la película Kung Fu Panda: “El ayer es historia, el mañana es un misterio, sin embargo el hoy es un regalo, por eso se le llama presente”.

Creo que no ha sido hasta ahora, hasta comer POR PRIMERA VEZ, tras miles comidas, una pasa, que pude descubrir la bella profundidad de esa afirmación que siempre me había acompañado más como una música lejana que como un mantra que surge de dentro.

Creo que muy pocas cosas me han hecho más feliz que que, de pronto, esa pequeña Míriam que luchaba por salir a la luz y reivindicarse en su forma, aunque sea diferente, aunque no encaje en los estereotipos, aunque se salga de “la normalidad”…, diese con un argumento con el que parar a la otra Míriam, a la asustada, a la que corría buscando un ser que ya era, que ya soy.

Un argumento tan simple y básico que, como oí un día la gran física Sónia Fernández Vidal, “por ser obvio suele ser obviado”:

Tu camino. Anda TU camino.

Cuantísimas veces había usado esta imagen para ilustrar lo dañino de no entrenarse según las condiciones propias si no según las creencias de la moda de turno.

 

De nuevo no es hasta ahora que sólo con verla puedo por fin identificar lo más importante que contiene.

La angustia, la ansiedad, de escarbar buscando un tesoro que nunca aparecerá

Y

La importancia de aprender a vivir en paz con la incertidumbre que nos permite seguir haciendo lo que queremos hacer, en nuestro pequeño lugar del mundo, del espacio y del tiempo, para dar por fin con nuestro mayor tesoro: la paz interior.

 

Es maravilloso darse cuenta de que no fallas por no tener un millón de cosas en la cabeza, por no hacer un millón de cosas cada día o por no tener un millón de personas alrededor.

Es maravilloso darse cuenta de que no fallas por tener un millón de cosas en la cabeza, por hacer un millón de cosas cada día o por tener un millón de personas alrededor.

Es maravilloso conocer a aquella que nos acompaña siempre y guía nuestro destino, la mente. Maravilloso saber que lo guía, si le dejamos, con el mapa de nuestro pasado, de nuestras creencias, de nuestros prejuicios. Maravilloso porque entonces, ese “si le dejamos” abre de pronto una posibilidad liberadora y llena de luz: “¿y si no le dejamos?”.

Es genial no tomarla como una enemiga porque es también nosotras y si la tomamos como enemiga nos enemistamos con nosotras mismas.  La entendemos, la comprendemos, la aceptamos y la dejamos fluir manteniendo una actitud distinta. No gira a nuestro alrededor creando un remolino que nos impide ver más allá, es sólo un río que vemos desde fuera, eligiendo siempre en que piedra vamos a detenernos, cuánto rato y por qué.

Pero todo esto tan maravilloso no sale al principio de que se te abra esa puerta. En absoluto. La puerta se abre y delante hay una montaña de letras, ideas, que comprendes, que sabes que tienen sentido, que sabes que te irán bien, pero no puedes abarcarlas. Vienes con tu propia nube alrededor y por mucho que quieras tirar del hilo no llegas a ver dónde está la punta de esa enorme madeja del que tirar para ir desenredando y poder tejer con ello esa rebeca que te protegerá del frío que normalmente te rodea y te mantiene entumecida.

Así pues, toca, tas descubrir un nuevo mundo, entender que no puedes vivir en él. Es un mundo rosa y tú eres verde. ¿Acaso no llevabas toda tu vida forzándote a ser verde como todos y todas las demás?

Y la respuesta es tan fácil… TÚ TE PINTAS DE VERDE CADA DÍA, ¡¡¡PÍNTATE DE ROSA!!!

Entonces descubres la frase: “Normalmente es así… pero en mi caso…”

¿Y si nunca tendré ganas? ¿Y si no tengo que tenerlas?

Entonces ya no tienes que tener una especie de fuerza mágica que todo el mundo parece tener para buscar el hilo del que tirar. Sólo tienes que buscarlo. Sin ganas.

Y cuando dejas de buscar las ganas (que nunca encontrarás) toda tu vista se concentra sólo en la madeja y ese hilillo que parecía imposible de encontrar aparece de pronto.

Tiras despacio y encuentras que todo era más fácil: sonríe, toca, siente, huele, respira, mira…

Descubrirnos humanas, libres y sobre todo, presentes, de pronto nos permite soltar un poco la mochila del pasado y diagnosticarnos mejor. Querernos. Porque somos todo lo que tenemos que ser. Simplemente debemos aprender a serlo cada día sin miedo y sin prisas.

Querer ser yo, ahora. Querer sentir lo que vivo en este instante. Por supuesto soy lo que soy y a la vez lo que anticipo y lo que recuerdo. Sin embargo, lo que hago, nacerá cada vez de lo que yo vaya decidiendo. Porque soy todo y negarlo es frustración. Porque además serlo todo me permite tener infinitas posibilidades.

 

Gracias a todas por tanto. Gracias por decirme que no me culpe por pensar, que no me juzgue por sentir, que actúe primero y espere la emoción después si es mi forma de lograr mis sueños.

Vaya, parece una frase tan pero tan simple… ¡¡¡y sin embargo me ha costado tanto!!!

 

GRACIA A TODAS POR GUIARME EN EL CAMINO DE DESCUBIR QUE LA VIDA ES AHORA y que todo lo demás seremos nosotros quienes decidiremos que collage de ayeres y mañanas montamos, guardamos, tenemos presente o ignoramos.

Un abrazo

 

Míriam

Comentarios