Estoy hecha mierda.
Tengo una ansiedad en la boca del estómago que se me come
totalmente. Me sube por los hombros y parece que tenga que estirar y estirar las
clavículas de una forma extraña, como si una venda apretara mientras da vueltas
y vueltas mis huesos y músculos.
Trago y noto como una bola. No tengo nada en la boca y sólo la
saliva se convierte en una pasta viscosa que te da la sensación que puede ahogarte
en cualquier momento. Y esa angustia provoca un pinchazo detrás del cuello,
como pequeñas agujas que se clavan, primero una y luego otra y luego otra.
Sentada con el ordenador sobre las piernas tengo a veces la
necesidad de mover los dedos de los pies y cuando hago ese acto reflejo los
percibo como si estuvieran entumecidos. Me pregunto si alguna parte de mi
cuerpo escapa a la trampa de la ansiedad porque por más que intento no encuentro
un solo rincón en mí que no esté afectado por ella.
Hay partes que no sienten dolor, hinchazón, presión por
ansiedad. Esas son las peores. Son esas partes que angustian de sólo mirarlas.
Esas partes de ti que sabes que sobran, que no quieres, que te avergüenzan…
pero que te han conquistado. No sabes cómo ni por qué pero no logras encontrar
un camino para huir de ellas y sigues pensando constantemente que no quieres
tenerlas pero no puedes quitártelas.
La primera tentación es acostarse, cerrar los ojos y volver
a dormir. En los suelos estás activa y estás con gente. Y vives cosas diferentes
y nunca es una rutina. Cada sueño es un nuevo mundo.
¿Pero qué pasa si te acuestas? Se supone que te has rendido.
Se supone que eres débil u que además estás siendo un lastre para quienes te
rodean. ¿Qué ejemplo das a tus hijas? Al fin y al cabo todo es una cuestión de
voluntad ¿o no?
Comes mierda por un tubo porque quieres. Tú lo eliges. ¿No?
Pasas horas en el teléfono porque quieres. Tú lo eliges ¿no?
No haces deporte porque quieres. Tú lo eliges ¿no?
Te levantas tarde porque quieres. Tú lo eliges ¿no?
Porque claro, lo de comer para sentir. Lo de comer porque necesitas
estímulos. Lo de tomar la comida (barata claro, procesada claro, hipergrasa claro,
hipercalórica claro…) como otra droga más no puede ser. Ni siquiera se plantea
uno que la comida se haya vuelto el tabaco que hace años que no fumas. Y piensas
lo delgadita que te quedaste cuando murió tu padre o cuando pasaste aquel y
aquel y aquel otro infierno en tu vida. Sólo fumabas entonces, a penas comías.
Y qué figurín nena.
Pero ahora la ansiedad, tu carga y la del resto. Porque somos
mujeres oiga y tenemos que jodernos con nuestra carga personal más o menos
pesada, también arrastras el que todo lo que haces piensas o dices tiene que
ayudar a los demás, cuidar a los demás, servir a los demás. Y cuidado, que
además estás en la cuerda floja con tiranos alrededor esperando la oportunidad
de atacar como hienas sin entender la vulnerabilidad no es más que una muestra
de humanidad. Pero ojo, no desfallezcas que se te comen.
Y claro, te das cuenta, oye que esos momentos en que estabas
tan “perfecta”, delgadita, divina de la muerte, además de súper “guapa” también
estabas sola. ¿Qué cosas verdad?
Pero no quieres estar sola. Al menos no quieres pensarte
sola. No quieres tener todo el rato en la cabeza esa sensación de que el mundo
está ahí a fuera y tú estás aquí en tu pequeña jaula de seguridad mientras todo
pasa y tú lo ves pasar como el pájaro enjaulado en el balcón que ve como pasan
libres las golondrinas o los gorriones.
Pero hasta ese pájaro es mejor que tu porque ese pájaro
produce. Ese pájaro canta y gana concursos. Esclavo sí, pero oye, que da pasta.
Y por pasta ya sabemos, que nos hagan lo que sea porque al final habré ganado
algo y podré orgullosa mostrarlo a lo demás.
Y es que si no ganas, si no puedes ganar, eres vaga. ¿Qué
haces por tú por los demás? Eres una rémora. No logras nada. No mereces nada. Sin
nombre, sola, quieta en el arcén mientras los coches pasan temerariamente rápidos
ahora aquí ahora allá y tú quieta.
Pero en esa pantalla pequeña en tu mano hay mensajes. Alguien
ha escrito para que sea leído. Tú lo estás leyendo. Incluso interactúas con les
demás cuando das un like o retituiteas o comentas.
Ahí no estás sola. Ahí sientes incluso que quizás puedas
dejar algo bueno en el mundo con tus palabras. Quizás si estás produciendo
algo. Y ahí, donde puedes moverte, hacer, ver y, quizás a veces, ser vista, ya
no te sientes tan sola, tan derrotada, tan vacía y tan pesada.
Incluso te vienes arriba, ¡ei! ¡Existo! He compartido unos
mensajes con alguien que no sé quien es o alguien ha dado like a algo que he
escrito ergo, alguien me ha visto, ergo tengo que existir por fuerza.
Y te vienes arriba y dices, venga, que me pongo a entrenar a
tope y todo va a ir genial pero pesas cien kilos y las rodillas te fallan y sudas.
Qué asco una mujer sudada. Qué asco das. Y sabes que sólo quieres hacerlo
estando sola en casa porque así no te ve nadie. Pero cuándo y cómo. De qué
manera.
Y lo haces y te superas y luego llega otro día y siempre hay
un millón de excusas, es curioso porque piensas a la vez que no haces nada en
el día, que eres un despojo humano prescindible y con una vida vacía y a la vez…
que es mucho rato, que el mundo se hunde si tú no estás disponible cada
instante, cada momento. Que si hay que hacer o ir o decir tienes que estar tú
porque tú eres el pilar que mantiene todo en orden. Eres la madre de un montón
de hijos que no decidiste tener (o sí): la estabilidad, la salud, la familia,
la calma, la seguridad… Y tienes que
estar para todos ellos y ellas pase lo que pase y como sea que tenga que ser.
Siempre disponible. Sentada en el banquillo por si acaso.
E intentas mantener una rutina mínima. La comida, la cena. Qué
bien cocino. Qué bueno me sale todo. Y como. Y como. Mientras comparto mesa. Como.
Mientras comparto chistes sobre comida como. Mientras la bebida y la comida
siguen ahí yo me refugio en ellas.
Y el tiempo pasa y el peso aumenta y el miedo se multiplica.
Cada patata, dulce o cerveza es el doble de sudor si sales a andar y el sudor…
qué asco, que nadie me vea.
Y no quiero seguir así pero ¿qué hago? Al menos mi drogadicción
no es visible, o está aceptada. No hace daño. Los peores momentos ya procuro
que se den cuando estoy sola. No puedo perjudicar a nadie. ¿Pero y si decido no
comer más que lo que el cuerpo pida o montármelo a mi manera o tomar mi espacio
como yo quiera? ¿Y si decido que estoy harta y quiero cambiar mi vida de golpe
y que, aun con mi limitación sea yo la dueña de mi cuerpo, al menos de mi propio
cuerpo?
Y ahí las paranoias. Y ahí de nuevo el miedo. Estar por ti,
mirarte a ti es no mirar fuera y si no miras fuera no puedes proteger ese “fuera”.
Y sabes que te engañas porque no estás ni en ese fuera ni en
ti. Estás en el limbo constante de qué hacer mientras calmas la angustia de esa
duda con lo que vas pudiendo.
Y llega la hora de dormir y eres feliz porque te duermes y
sueñas y sea malo, bueno o regular en ese sueño estás viva y cuando suena el
reloj no estás cansada, es sólo que quieres seguir viviendo. Hablando, actuando,
moviéndote, viajando, sintiendo… Y en la vida… Bueno, quizás cuando los astros
se conjuran, el googlecalendar lo permite y todos los demás parecen ponértelo un
poco más fácil das gracias por las cosas buenas que tienes. Y aun en esos
momentos hay algo tras de ti que te recuerda que vives en un sistema inhumano,
triste, rodeada de personas que hace mucho que dejaron de serlo.
En un mundo donde todo y todos y todas tenemos un valor si
este puede mostrarse en euros nada más y donde por conseguir valer, en euros,
somos capaces de cualquier cosa. Individuos en guerra constante por algo que no
saben qué es, cómo funciona, pero por lo que serían capaces de matar o matarse.
Y mientras ellos fuertes y valientes se matan por ese puñado
de euros tú que tienes las manos atadas a la espalda, los pies encadenados y una
mordaza, solo puedes recibir en silencio las ostias que se escapan de ese
combate y que nadie se da cuenta que van golpeando y golpeando y golpeando a
quienes inertes, agotadas, heridas, solas y ya vacías de sentido vamos
desfalleciendo en medio sin entender nada y sin poder defendernos si quiera.
Oye, pero que es tu decisión. Que no te levantes, que te
alimentes de mierda (entre otras cosas porque es más barato), que no hagas
deporte y que te pases el día en el teléfono es tu decisión. Que siempre hay
otra manera. Que hay un millón de alternativas y joder no será por tiempo
libre.
Pero lo de que en eso estés completamente sola en un erial
de cemento en que dependes absoluta y al cien por cien de los demás… no debería
influir ¿no?
Pero bueno, que toda esta perorata no es más que un montón,
de nuevo demasiado largo…
(- es que enrollarse tanto hace que nadie pueda leerte
- joer, que no tienen tanto tiempo como tú
– que en este mundo de tuiter hay que ir a por el meollo.
Y tú frustrada incomprendida y sola: “¡Joder! ¡Qué todo es
meollo!” Gritarías llorando.
Pero no lo haces y encima de abrirte y exponerte a que todos
vean el monstruo que hay en ti al final lo que te llevas es otra autoreprimenda
porque ni eso sabes hacer como toca en el mundo de hoy).
Pero bueno, que toda
esta perorata no es más que un montón, de nuevo demasiado largo, para justificar
el desorden de mi propia vida supongo y justificar que no hago nada porque no
quiero. ¿Es eso no? Y ahora, tras esto,
mirarme al espejo y seguir y seguir y hoy haré una comida buenísima y me hartaré
para llenar ese vacío que deja ese bicho que se me come por dentro a base de
ansiedad, de tristeza, de angustia, de frustración y poder estar llena de algo como
una muñeca de tela que vacía se deshace y llena parece capaz de dar y recibir cualquier
embite que la vida proponga.
Ea, al espejo, a mirar lo que ves con esa contradicción
constante de saber lo que vales y el poco valor que tienes y justificarte y
avergonzarte y quererte y culparte y seguir, siempre, sin saber mucho cómo,
adelante.
SI TE SIENTES ASÍ PIDE AYUDA!!! FAMILIA, AMIGOS, AMIGAS, PERO SOBRE TODO: A TUS MÉDICOS
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