Pues sí, hemos estado tiempo sin hablar. Un verano entero
donde todo se ha mantenido sorprendentemente estable tras muchos meses y años
de proceso de aprendizaje. Raúl y TOC parece que tienen una época de llevarse
bien y Míriam y Bipi han introducido de nuevo en su relación la compañía de la
medicación con, ¡por fin!, excelentes resultados. El Plenur y el control en la
clínica del litio van haciendo su camino. Y yo, Míriam, feliz.
Ahora, tras esos meses de tranquilidad, entiéndase de
nuestra tranquilidad, que cada cual tiene la suya, decido que necesito ayuda
para mantenerme activa y contrarrestar síntomas físicos que no por haberse
tornado cotidianos deberían ser normalizados: La ansiedad, la apatía, el
agotamiento, ese bocado en el estómago, la gula descontrolada… Tras una buena
charla con el psiquiatra ampliamos mi tratamiento con antidepresivo por la
mañana y ansiolítico para momentos de necesidad y /o la noche.
Y menudo ¡crack! De
pronto tengo que dormir un día entero, al siguiente no puedo alzar la voz y me
noto lenta y con extrema parsimonia, sin embargo mejor de lo que me he sentido
en muchísimo tiempo. Noto tranquilidad en el interior.
La medicación no suele actuar así de rápido. Así que obviamente los primeros días son los efectos secundarios los que estoy notando, somnolencia, boca seca y sensación de malestar, pero tipo cuando incubas un resfriado, un resfriado bipi de los míos, a veces ganas de llorar, a veces una extraña sensación de tristeza que se me ve pero no siento dentro...
Llevaba demasiado tiempo pensando en que algún día tenía que
descansar, que en algún momento tenía que permitirme explorar y sacar lo que
llevaba dentro. Supongo que la sola idea de poder tener la muleta de la
medicación y mi predisposición a que llegue ese descanso ha hecho que mi cuerpo
se lo tome desde ya.
Decidí hace tiempo que ya no podía más, así que hace meses
decidimos empezar junto con mi médico por el estabilizador del ánimo hasta
poder estar segura de sus efectos, de que no me dañaba de ningún modo y que mi
cuerpo lo asimilase como una parte más del día a día. Cada noche antes de dormir,
las dos pastillitas de Plenur.
Ahora me tocaba el siguiente paso, dejar de hacer el
esfuerzo diario que supone cargar con bipi en la mochila yo sola y pedir ayuda. Nadie. Por mucho que sepa,
se informe o quiera puede hacerlo solo. Nadie. Al menos no siempre. Una
patología mental no tiene nada de malo y tan absurdo como pedirle a una persona
que vuele por si misma sin una ayuda externa es pedir que una persona que
requiere de la química deba prescindir de ella.
En mi caso durante años y años las medicaciones tuvieron que
variar, no las asimilaba bien, me afectaban a algún órgano, me descompensaban…
Así que tras conseguir funcionar con lo mínimo (e incluso sin nada), mucho
esfuerzo por mi parte y sobretodo mucho trabajo de psicología, lectura,
autoconocimiento, introspección, aceptación y ALEJARME DE PERSONAS Y
SITUACIONES TÓXICAS todo iba bien.
Sin embargo llevo muchos años difíciles por circunstancias
que nada tienen que ver con mi enfermedad pero sí conmigo, con conflictos de las personas del entorno, reajuste de el escenario donde
transcurre la obra de mi vida y enfermedades y circunstancias varias en mi órbita hacían que me sintiera muy cansada.
He ido tomándome días o semanas de estar más tranquila y
desconectada, de adquirir mejores hábitos, etc… pero cada vez esos periodos de desconexión eran más largos y me costaba más mantener la ilusión y la actividad regular. Y
necesito dejar de hacer ese esfuerzo sola. Necesito poder disfrutar y relajarme
más. Saber que tengo una herramienta que me ayuda a sentirme segura.
No me va a curar. No va a cambiar mi vida. No dejaré de
tener circunstancias diferentes a las demás personas “normales”. No puedo dejar
de prestar atención a síntomas de cambios en mi biorritmo. No puedo dejar de
llevar un horario estricto de sueño. No puedo descontrolar mis actividades ni
hacer todo lo que me gustaría (por irme a manía) ni parar de en seco (por irme
a depresión).
Todo eso tengo que seguir haciéndolo, pero es más fácil con
ayuda.
También es cierto que tener una pareja que ha tenido que
vivir muy de cerca y de forma muy extrema el diagnóstico, aceptación y riesgos
de vivir su TOC y que ha aprendido por las malas (como todos las primeras
veces) que el miedo a la medicación no es más que un estigma y que en realidad
tener acceso a ella por la prescripción de unos grandes profesionales es un
absoluto privilegio, me ayuda mucho.
Es importante tener un entorno en la medida de lo posible
que respete nuestras necesidades. Respeto.
Esa es la clave. Por que es imposible que me entiendan. Igual que yo no puedo
entender a Raúl por ejemplo. Puede comprender la teoría pero por nada del mundo
puedo decir que sepa qué siente o cómo lo vive. Y él tampoco puede saber qué siento yo. Podemos preguntarnos lo que vayamos necesitando para aprender a
convivir mejor con las circunstancias del otro, pero nada más.
Y también es extraordinariamente importante que entendamos que ese
respeto es de ida y vuelta. Las personas que tenemos alrededor, sobretodo si
están a nuestro lado como ayuda y soporte, merecen que les respetemos,
valoremos el esfuerzo que hacen e intentemos darles lo que de ellos pedimos.
Es verdad que cuando nos sentimos mal nos sentimos muy mal.
Cada cual a su manera. Pero decir “me siento mal y voy a tumbarme un rato no
sufras”, o dar un abrazo cuando queremos encerrarnos en un caparazón de pinchos
para que nadie se nos acerque cambia 180 grados la situación y el escenario
donde gestionamos el episodio que estamos viviendo.
En fin, que aquí estamos, probando yo nueva medicación, Raúl
haciendose cargo de cuanto puede, siguiendo nuestra vida, hablando de ello,
explicándoos algo que no debería necesitar ser tan explicado pero por que ese
es justo nuestro objetivo. Que algún día no tenga sentido explicarlo por que
sea algo natural.
Todos y todas vamos a pasar por momentos en que vamos a
necesitar una ayuda extra.
No pasa nada por hablarlo, pedirlo y vivirlo.
La vida está para vivir. Los sufrimientos vienen solos y los
aprendizajes también. ¿Por qué vamos a sufrir más de lo necesario?
Sigo en estos días “medico-zen”, veremos cuánto dura. No hay
prisa. Sólo ganas de seguir siendo, como soy ahora, era antes (aunque cansada)
y seré… ¡feliz! Y ¡yo misma! Con toooooooodo lo que eso representa.
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